Palestina nos duele porque nos duele el mundo

Así como hacen muchas comunidades en Colombia, el Israel latinoamericano, cuya élite local se abriga en el poder gringo para oprimir descaradamente a los sectores populares y apuntar su dedo inquisidor contra los vecinos que osan cuestionar las prácticas y planes imperialistas del águila del norte.

En Palestina hoy, y desde hace casi un siglo, se libra una lucha agónica por la justicia. Es la lucha entre David y Goliat, paradójicamente con los papeles invertidos con respecto a la historia bíblica: el débil judío se ha tornado un poderoso invasor, que no da tregua al pueblo bajo su yugo. Eso muestra precisamente que en la historia los débiles cuando adquieren poder o se hacen bajo el abrigo de los poderosos tienden a ejercer su imperio contra los más débiles con la misma sevicia con que sus antiguos enemigos lo hicieron con ellos mismos. El Estado sionista de Israel es una evidencia dramática de tal designio: después de haber sufrido la deshumanización y el desprecio de su propia humanidad a manos de los nazis, hoy se comportan con el pueblo palestino como los verdaderos herederos del espíritu nazi y han convertido la Franja de Gaza en el mayor campo de concentración y exterminio a cielo abierto conocido en el mundo.

«Revolución» de Walter Solon

La historia de la lucha de David contra Goliat está contada de tal manera que todos sentimos alborozo en nuestros corazones cuando David, contra todos los pronósticos, y armado apenas con una honda, logra derrotar de una pedrada al gigante que parecía imbatible. Y ese es un sentimiento noble que debería permanecer siempre con nosotros y dotarnos de la determinación de tomar partido siempre por los débiles. No porque los débiles todo el tiempo tengan la razón, sino porque a ellos les ha sido negada históricamente la posibilidad de expresar sus razones, de autodeterminarse y escoger la forma en que han decidido vivir.

El sometimiento de los débiles a manos de los más fuertes es la realidad cotidiana en cada rincón del planeta, que hoy se expresa en toda su brutalidad en Palestina, pero que se ha vivido con horror parecido en otros lugares y frente a otras realidades, como ocurrió con los negros sudafricanos durante el apartheid y con los mismos judíos a manos de los nazis. Igual con los indígenas americanos invadidos y colonizados por los europeos, que los despojaron de sus territorios y los esclavizaron para saquear las riquezas que estos albergaban, hasta lograr casi el exterminio de estas comunidades. Y lo peor es que el despojo y sometimiento de los pueblos nativos que aún persisten se mantiene en estos territorios por parte de los mestizos, herederos del aire de superioridad y del desprecio que los europeos profesaron y profesan por los indígenas.

Pero la lucha va más allá de simplemente defender a los débiles frente a los más fuertes: se trata primero de organizarnos y hacer un frente común contra los poderosos que pretenden poner al mundo entero bajo su control, y, luego de confirmar nuestra fuerza colectiva, construir un mundo en el que nuestras debilidades no sean excusa para el sometimiento.

Pintura de Wafa Adhami

De hecho, toda debilidad en esta sociedad construida sobre la dominación de clase puede resultar una fortaleza en una sociedad justa. En un mundo controlado por los violentos y por el poder de las armas, los que nos negamos a la violencia y rehusamos el uso de las armas resultamos tremendamente débiles y vulnerables frente al poder imperante. En un mundo dominado por el poder del capital, los trabajadores, aunque produzcamos la riqueza de la que disfrutan los ricos, encontramos nuestra debilidad en la no participación de una forma injusta de propiedad. En un mundo dominado por el patriarcado, todo lo femenino resulta despreciable para los hombres a menos que pueda ser instrumentalizado para su placer y beneficio.

Además, la dinámica misma del capital, puede hacer que los poderosos de un día sean los sometidos al día siguiente. En la competencia entre capitalistas, todos los días unos amasan más fortunas y se vuelven más poderosos, mientras los perdedores entran a engrosar las filas de los débiles y oprimidos, porque han perdido la fuerza y el supuesto poderío que les daba su fortuna. En ese sentido este es un mundo que perpetúa en su propio desarrollo el sometimiento de aquellos a quienes ha convertido en débiles, a quienes ha despojado de su fuerza y los ha reducido a la condición de subhumanos, de instrumentos utilizables al antojo del poderoso, que no es más que una personificación temporal del capital.

Los palestinos hoy nos recuerdan, por si la normalización del oprobio y la dominación en nuestro entorno nos lo han hecho olvidar, que este es un mundo que desprecia profundamente la vida humana, que está dispuesto a sacrificarla constantemente, mediante exterminios planificados, si el capital así lo demanda y si los poderosos de turno lo juzgan necesario. El Estado de Israel puede hacer con el pueblo palestino lo que le venga en gana precisamente porque se ha puesto al servicio del capital mundial, se ha arrodillado a los poderosos que en otro tiempo lo humillaron, y eso porque también practica como religión el capitalismo y se ha hecho experto primero en su culto al dinero.

Por eso, la lucha del pueblo palestino es nuestra lucha, que pretende devolverle a la vida su dignidad y arrebatarla a los caprichos del capital. Construir un mundo justo donde todos podamos vivir de acuerdo a lo que colectivamente decidamos, sin que ninguna diferencia pueda interpretarse como deficiencia humana o debilidad, sin que nadie, ni pueblo ni individuo, se atreva a dominar y someter a otro porque juzga que sus diferencias lo hacen más fuerte: ese es el propósito de la lucha en la que nos comprometemos y a la que convocamos a la gente y a los pueblos sensibles que apuestan por la vida. Celebrar el exterminio de los débiles es expresión de sociopatía, muestras del verdadero déficit de humanidad en los individuos. La vida justa tal vez está más cerca de los débiles, que insisten en ser, aún bajo la bota pesada del poderoso. Así como hacen muchas comunidades en Colombia, el Israel latinoamericano, cuya élite local se abriga en el poder gringo para oprimir descaradamente a los sectores populares y apuntar su dedo inquisidor contra los vecinos que osan cuestionar las prácticas y planes imperialistas del águila del norte.

, Editorial No 91, 8 de noviembre de 2023

Editado por María Piedad Ossaba

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